ENCUENTRO
Nunca te busqué
porque no imaginé que existieras.
Si lo hubiese intentado, la impaciencia,
la zozobra, quizás la melancolía,
me habrían vencido
o no hubiera disfrutado del paisaje
que me rodeaba
antes de llegar a ti.
No te busqué
porque no sabía que existiéramos
***
DIAMANTES (POÉTICA)
Tras los cristales
de este café de la Plaza Dorrego,
donde una noche robaron el bolso
a la hija menor del presidente
Bush, escribo poemas que luego
he de mostrarte con regocijo:
no quiero que se me olvide nada
de una historia de amor
en la que sólo hay primaveras;
y sé bien que recrearte, pensar en ti,
es otra forma gloriosa de estar
contigo.
Son poemas sencillos, hechos
con las palabras de todos
y de todos los días, Clara: no necesito
metáforas, adornos, bisutería,
ni siquiera alhajas, porque el amor
obra el milagro
de convertir las piedras del camino
en piedras preciosas.
Por ello,
desde este café de San Telmo
escribo como si te hablara;
he quitado lo poético
para dejar espacio a la poesía.
Y la poesía, ya ves, la pones tú.
Tú, que iluminas;
porque todo brilla a tu alrededor
cuando apareces.
***
ESTACIÓN DE PASO
A veces pienso, y sé que exagero,
que mi vida no ha sido
más que una larga preparación
para llegar a ti. Que los amores
que he tenido eran sólo
aproximaciones al amor, ensayos,
simples bocetos a vuelapluma,
a pesar de la rotundidad
del trazo y los agujeros en el papel.
En ocasiones veo mi vida
anterior como un largo pasillo
por el que avanzaba hasta alcanzar
este amor, que no lo parece,
y que sigue firmemente asentado
en la cuerda floja.
A veces pienso en estas cosas,
y sé que son falsas, Clara,
pero no me miento,
Es muy posible que ese nosotros,
que nos mira y nos hace avanzar
tan a nuestro aire, tenga más de mí
que de nosotros, y no descarto la idea
de que dentro de unos años nos convirtamos
en otra estación de paso
hacia el amor.
***
LA FELICIDAD, JA, JA…
Después de unos días salobres,
separados, porque hay que hacer
equilibrios, y atender
las vidas de antes de nosotros;
después de unos días de incertidumbre,
me has llamado
para volver a vernos, y me has dejado
con las puertas abiertas:
!en vísperas de ti!
Y respiro como si despertara. ¡Voy
a verte!, me oigo
decir para creérmelo; salgo a la calle,
doy brincos en el aire, abrazo
a los árboles, entro en un bar, invito
a todos a una ronda, y sigo recorriendo
la ciudad de un Buenos Aires,
que se ha vuelto tan cercana,
y me hablan los gatos y las farolas,
y hasta las estrellas se acercan
a saludarme, aunque sea mediodía.
Me has llamado
y yo me pregunto, mientras mis pasos
vuelan, ¿quién puede estar más feliz?
Vienes. Vendrás. ¡Ven deprisa,
amiga! Ven despacio, amada.
El horizonte se ha hecho tan amplio
como íntimo. Y ahora sólo tengo
ganas de pronunciar tu nombre
en voz alta,
Clara,
y de reír, reír… Sí, la felicidad, ja, ja…