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Poesía

J. M. Plaza. Balada para Clara.

ENCUENTRO

Nunca te busqué

porque no imaginé que existieras.

Si lo hubiese intentado, la impaciencia,

la zozobra, quizás la melancolía,

me habrían vencido

o no hubiera disfrutado del paisaje

que me rodeaba

antes de llegar a ti.

No te busqué

porque no sabía que existiéramos

***

DIAMANTES (POÉTICA)

Tras los cristales

de este café de la Plaza Dorrego,

donde una noche robaron el bolso

a la hija menor del presidente

Bush, escribo poemas que luego

he de mostrarte con regocijo:

no quiero que se me olvide nada

de una historia de amor

en la que sólo hay primaveras;

y sé bien que recrearte, pensar en ti,

es otra forma gloriosa de estar

contigo.

Son poemas sencillos, hechos

con las palabras de todos

y de todos los días, Clara: no necesito

metáforas, adornos, bisutería,

ni siquiera alhajas, porque el amor

obra el milagro

de convertir las piedras del camino

en piedras preciosas.

Por ello,

desde este café de San Telmo

escribo como si te hablara;

he quitado lo poético

para dejar espacio a la poesía.

Y la poesía, ya ves, la pones tú.

Tú, que iluminas;

porque todo brilla a tu alrededor

cuando apareces.

***

ESTACIÓN DE PASO

A veces pienso, y sé que exagero,

que mi vida no ha sido

más que una larga preparación

para llegar a ti. Que los amores

que he tenido eran sólo

aproximaciones al amor, ensayos,

simples bocetos a vuelapluma,

a pesar de la rotundidad

del trazo y los agujeros en el papel.

En ocasiones veo mi vida

anterior como un largo pasillo

por el que avanzaba hasta alcanzar

este amor, que no lo parece,

y que sigue firmemente asentado

en la cuerda floja.

A veces pienso en estas cosas,

y sé que son falsas, Clara,

pero no me miento,

Es muy posible que ese nosotros,

que nos mira y nos hace avanzar

tan a nuestro aire, tenga más de mí

que de nosotros, y no descarto la idea

de que dentro de unos años nos convirtamos

en otra estación de paso

hacia el amor.

***

LA FELICIDAD, JA, JA…

Después de unos días salobres,

separados, porque hay que hacer

equilibrios, y atender

las vidas de antes de nosotros;

después de unos días de incertidumbre,

me has llamado

para volver a vernos, y me has dejado

con las puertas abiertas:

!en vísperas de ti!

Y respiro como si despertara. ¡Voy

a verte!, me oigo

decir para creérmelo; salgo a la calle,

doy brincos en el aire, abrazo

a los árboles, entro en un bar, invito

a todos a una ronda, y sigo recorriendo

la ciudad de un Buenos Aires,

que se ha vuelto tan cercana,

y me hablan los gatos y las farolas,

y hasta las estrellas se acercan

a saludarme, aunque sea mediodía.

Me has llamado

y yo me pregunto, mientras mis pasos

vuelan, ¿quién puede estar más feliz?

Vienes. Vendrás. ¡Ven deprisa,

amiga! Ven despacio, amada.

El horizonte se ha hecho tan amplio

como íntimo. Y ahora sólo tengo

ganas de pronunciar tu nombre

en voz alta,

Clara,

y de reír, reír… Sí, la felicidad, ja, ja…

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