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Poesía

Leire Bilbao. De Aguas Madres.

Las horas posteriores al parto:
costra de sangre y leche,
barro fango aguas oscuras
y, tratando de cubrir todo,
el olor a piel recién hecha.

Bajo las sábanas blancas,
la orografía de este yo:
lento corrimiento de rocas sedimentarias.

Intento reescribir mi piel
con paciencia de piedra;
modelar un cuerpo nuevo
con dedos de sal.

Intento
desechar moscas larvas parásitos;
liberar anguilas musgo moluscos.
Trato de mirar fijamente mi herida.
Grita la grieta de mi sexo,
roca al rojo vivo
que acaba de partirse.

Mis labios son acantilados
que arrojan la ira de las piedras.

***

Las horas posteriores al parto:
costra de sangre y leche,
barro fango aguas oscuras
y, tratando de cubrir todo,
el olor a piel recién hecha.

Bajo las sábanas blancas,
la orografía de este yo:
lento corrimiento de rocas sedimentarias.

Intento reescribir mi piel
con paciencia de piedra;
modelar un cuerpo nuevo
con dedos de sal.

Intento
desechar moscas larvas parásitos;
liberar anguilas musgo moluscos.
Trato de mirar fijamente mi herida.
Grita la grieta de mi sexo,
roca al rojo vivo
que acaba de partirse.

Mis labios son acantilados
que arrojan la ira de las piedras.

***

Tengo invitadas en casa. Se sientan a la mesa de la cocina, saco una botella de vino de la bodega. Tengo sed.

—No aceptaré ningún compromiso social —dice Jane Lazarre—. Mientras no esté con los niños, solamente debería escribir. Tengo que aprender a dormir menos.

Anne Sexton le sonríe con malicia, mientras enciende un cigarrillo.

—¿Es lícito sacar a los niños de la habitación para escribir sobre ellos? —pregunta Tillie Olsen, tímida.

—La primera tarea de toda mujer consiste en resultar agradable —dice Simone de Beau- voir desafiante, mientras se atusa el moño— . Y las más de las veces una mujer desagrada por el mero hecho de escribir.

—Tuve que comprender que mi lucha por ser escritora era un lujo —reconoce, en su turno, Adrienne Rich.

—¡Las madres no escriben, están escritas! —le interrumpe Helene Deutsch.

—Ser mujer, actuar como se espera de una mujer, es una actividad inmemorial… Yo con mi tercer hijo sentí por primera vez la responsabilidad de la maternidad —suelta Doris Lessing.

—No existe ninguna relación humana en que se ame al otro en todo momento —prosigue Rich.

—¡No os pongáis así, queridas! El propio Roland Barthes ya dijo que un escritor es aquel que juega con el cuerpo de su madre —azuza Sylvia Plath.

—¡Por lo menos no lo dijo tu marido!

Y alzan sus copas:

—¡Por nosotras!

—¡Por nosotras!

—¡Por nosotras!

***

Las salas de espera están repletas de mujeres
rellenando formularios
con buena letra, pacientes,
no vayan a confundirse de idioma. Nos dicen
con el lenguaje universal de las manos, de las miradas, de los gestos:
introduzcan solamente una letra por recuadro,
no confundan su nombre, su género, su fecha de nacimiento,
no traspasen los límites de la página;
el bolígrafo es un arma peligrosa.

Quién nos avisará de nuestro turno,
quién nos ordenará espere,
el 84-B hoy, ayer el 32-D
con las manos más negras que la tinta,
la carne más arrugada que las hojas,
letras torcidas nuestros cuerpos:
las mujeres estamos repletas de salas de espera,
las sillas no van a hacer la revolución por nosotras.

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