Llego borracho a casa, y me encuentro con esta compañía. Todo es más dulce, a veces…
Quedo, después, con un poeta. No sé
para qué, la verdad. De su bolso saca un manuscrito.
No para de hablar. Callo. En el fondo,
la situación debe de ser embarazosa. Miro sus
manos que pasan las hojas. Las acariciaría, quizá.
Pero, cuando paso mi vista por su cuerpo,
no estoy muy seguro de que me atrae.
Y por qué eso podría alterar mi decisión
sobre su manuscrito. Es muy inteligente.
Mientras yo pasara mi lengua por su piel,
estaría argumentando. Me ensimismo,
me alejo, y él saca una pipa y se distrae con ella
durante unos minutos. Cuando expulsa el humo,
aparezco, de pronto, sentado contigo en un balcón,
es verano, con nosotros una mujer de Dubrovnik,
acabamos de salir exhaustos de su alcoba, donde
nosotros dos, alterados por la química, devorábamos
nuestros cuerpos durante horas. Ella nos dice:
“Un hombre verdadero tiene que oler a tabaco,
vino y mujeres.” Habla y habla,
como este poeta, y nosotros dos seguimos
devorándonos con los ojos, te siento
dentro de mí. Hay una brisa, todo es tan frágil.
El viento arrastra las hojas a la otra acera,
la mujer maldice a su esposo marinero difunto,
las rocas ruedan al mar; esto no augura
nada bueno. Incluso el poeta se da cuenta de
que estoy a punto de levantarme y acercarme al río
para mirar hacia abajo y decirme: I’m nothing.
***
Querida Ana, Ljubljana es como una pesadilla
espantosa. Lo primero que se te ocurre en esta ciudad es cortarte
las venas o atarte la soga al cuello, o tirarte del edificio Nebotičnik.
Para aguantarla, tendrías que estar siempre borracho o colocado.
Los amigos no son amigos, los conocidos no son conocidos,
los amantes no son amantes, la madre no es madre, el padre
no es padre, la esposa no es esposa, el suelo no es suelo, todo flota
en un vacío infinito, fantasmas, espectros, muecas, el agua no es agua
ni el aire aire ni el fuego fuego. Querida Ana, Ljubljana, tu ciudad,
es el fin del mundo, sin esperanza alguna, es vivir como un vegetal,
pasar penas infernales, sentir una pesadez en el estómago, es una
acumulación de las energías negativas que sólo pretenden convertirte
en un ser estúpido y deforme. Ljubljana, serpiente sonora, que te
abraza con suavidad, con ternura, despacio, y te falta el aire y no
puedes librarte de ella, siempre va contigo, te persigue
arrastrándose, tan colorida, inofensiva. ¡Venga, desaparece, húndete
en el pantano, vuelve a tu morada lodosa, para siempre, sálvanos!
…
Nos conocimos en una cámara de vapor. Sentado
a mi lado, empezó a acariciarse el cuerpo.
Después, con otra mano, acarició el mío.
Nos entrelazamos desnudos, sudorosos, entre
jadeos inaudibles. ¿Hasta cuándo aguantaremos?
Por un momento me pareció que éramos el objeto
de un experimento científico, que auscultaban
la cámara con instrumentos de precisión, que
seguían la línea de mi corazón. La sangre
rezumaba de la herida de mi pierna. El calor
la abrió. Lo devoraba, tratando de tomar aire.
Con el dedo unté la sangre en su dura
verga, la envolví en un pañuelo de
papel y la imprimí para siempre. ¿Cuánto
tarda la sangre en palidecer? Su huella
durará al menos hasta el día de mi muerte.
¿Nos sacarán de aquí si nos desvanecemos?
No lo sé. No apunto palabras que tengan
significado. Apunto las que no
significan nada.