Penélope
(Toma 1)
Lleva años así, dicen. Años
ya sin cáscara, enjutos.
Trabajando en la misma tela
demorada, sus manos
han aprendido a moverse
como peces sin ojos, sin
necesidad de que algo
las guíe. Años tejiendo
un larguísimo tapiz,
escena tras escena,
a puerta cerrada. Años,
demasiados,
hilando figuras con el escrúpulo
de quien ensarta venas
en un cuerpo, con el cariño
demacrado de quien trata
a un huérfano. Desteje
cada noche la tela, dicen.
Pero se equivocan.
La tela se alarga y se alarga
igual que todos estos
años flacos, sumando
nuevas figuras a su
historia sorda: hombres
echados que apenas
se alimentan de flores,
gigantes de un solo ojo
de madera, criaturas brutales,
mitad mujer, mitad pájaro,
boquiabiertas. Marineros
perdidos, ahogados, devorados,
convertidos en cerdos. Y,
en medio de todo, Odiseo
navegando preciso y cansado
hasta llegar a las costas
desmemoriadas de su isla,
disfrazándose de mendigo
para entrar a su propia casa,
traspasando la puerta justo ahora.
XVIII
El mar es, antes que cualquier otra cosa, una catástrofe. En su sentido original de vuelco súbito, de cambio inesperado, de final repentino.
Un cuerpo abrumador que se desploma. Imposibles de prever su rabia espumante, sus calmas espesas, su docilidad. Temible su quijada.
Es por ello que los mareantes han buscado siempre conjurarlo, aplacarlo, sobornarlo. Es por ello que la historia de la navegación puede ser contada a través de sus supersticiones, sus exorcismos, sus encantamientos.
Antes del radar o el sonar, antes de la navegación satelital, estaba la navegación sacrificial.
***
XIV – Algunas supersticiones y creencias de los marineros fenicios
(Historia Naturalis, Plinio el Viejo)
El marino que halle sal en su almohada en la mañana en que partirá,
morirá ahogado.
Avistar aves gordas significará pesca flaca.
Vientos suaves indicarán corrientes violentas.
Quien sueña con peces ha sido favorecido por el dios Yam.
Al transportar vino por mar, los mercaderes deberán temer la sed de Lotan, la sierpe de los abismos marinos.
Quien sueña con peces, terminará con la respiración escamosa.
El marino que, lejos de la costa, encuentre arena bajo las uñas,
morirá a manos de otro hombre.
El vuelo de las gaviotas es engañoso:
entregan presagios falsos para luego cebarse en la carne de los marinos muertos.
Para asegurar una pesca abundante, la noche antes de zarpar toma un ojo de pescado, rebana la pupila y cómelo. Luego de pasar la noche en vela, dejr la pupila en la puerta de tu casa.
Quien sueña con peces, verá a su enemigo morir en la arena.
Para asegurar el éxito en una expedición de guerra, las naves deberán ser lavadas con sangre de caballo.
La nave que lleva grillos a bordo no se pierde en altamar.
De noche, si alguna de las estrellas se mueve de sitio, quiere decir que la nave será azotada por la hambruna.
Quien sueña con peces, criará perlas en los pulmones.
El alga roja es la sangre coagulada que los dioses marinos derraman en sus reyertas.
Llevar pan en altamar trae la desgracia, pues todos seremos levadura.
Las ratas de un barco chillarán cuando haya tierra cerca.
En altamar, los fuegos fatuos son las almas de los que en vida no vieron en mar.
Si un miembro de la tripulación muere, será necesario arrancar sus dientes y lanzarlos por
la borda, para que su espíritu no devore el viento de las velas.
El cuerpo deberá ser enterrado en la costa más cercana.
Quien sueña con peces, hallará plumas en la boca de su amante.
Los sacrificios antes de la navegación sólo serán propicios si los realiza un sacerdote que no tenga hermanos en el mar.
Los ahogados cultivan corales en el fondo marino. De ellos se alimentan.