en la soledad del cuarto
consentir que el corazón lastima
admitir el fracaso
ceder al tiempo
esa cura dulce
la cura para el desamor
dejar descansar la piel
permitir que el tajo cicatrice
que crezca en torno al dolor
como el fruto pegado al carozo
una tela delgada
que termine secando esa dulce humedad
ocultar que sufrimos que nuestro corazón es frágil
que queremos hacer el amor
no morir en él
quedarán tantas palabras
un saco de sitios comunes
tardes y noches
el ardor y el cariño
la manera de relacionarnos con la ternura
o mejor dicho
su negación:
no tenemos permitido el acceso a ella
no
a lo sumo,
la saliva:
mar pequeño charquito en la cama
es la saliva un lujo que suaviza
no queda más
que desear un andar liviano
por tierras en donde las palabras no sean necesarias para hacer poesía
en las que sólo se precise
desenvolvernos como una mano que agita el aire
y cesa de despedirse.