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Poesía

Begoña Callejón. Triptofobia.


Mejor no digas nada. Cállate. Dispones las perspectivas cuando lo lento se disuelve. En los encuentros. En las lágrimas. Bajo los gritos de la tierra. Todo termina condensándose en formas. Vienen de fuera. Apresurados. Siento un. Leve hormigueo. Sensación de escozor. Tensión. Hasta donde llega. La boca. La pesadumbre. Ya no hay mente. Dispón los círculos. Bajo mis alas. Hoja tras hoja. Y suspira la fe del ciprés. El gesto. Breve. Anodino. Hay una breve abertura. Siempre encendida. Oculta. Una llama. Abajo, más abajo. Atiende al temblor. Nauseas que despiertan. Voces que atienden a otras cosas. Los agujeros se pliegan y nos invitan a crear uno nuevo. En cada pliegue la voluntad se vuelve ausente. Llega la oscuridad. Gorgotea en cada rama de mi sangre. Una mujer se acerca al agujero y descubre un pecho. En la brecha. Cobarde aún. Balbuciendo. El impacto de un cuerpo contra otro. Lo extraño, el lugar desgarrado, la manera de caer. El tacto de las sábanas. ¿Quién me escucha? ¿Hay alguien ahí? No quiero tocar la esponja. La dejo caer. Ya no cabe en mis bolsillos. Desmoronarse en lo mismo. Algún color a veces en mi memoria. Jersey elíptico. Rojo como la tierra. Va rodando hacia su centro. Lujosa encuadernación, ese rumor de galaxias. Los ojos siguen en mi rostro, pero mi nombre cambia. Como si algo ocurriese. La hora adecuada me dijeron. La hora que vuelve la cabeza a la guarida. Pero mejor no alcanzar. Alcanzar. Alcanzar como sí. Alcanzar como si caminases a casa.  Acudir al cuaderno de nuevo. Decir nosotros. Justo cuando las sacudidas se prolongan. Abre la mano, extiéndela ¿Hay algún agujero? Espera la calma, levanta la cabeza. A veces, una abeja. A veces, una imperfección. La mente acusa a mis pensamientos. La boca seca. No hay saliva. Cicatriz tampoco. No me alimento de ciertas palabras: pizza, platos, relojes, anillos o peceras. Las gafas ya han comenzado a marearme. Soy el quid de la cuestión. Porque si me hubiesen amado me habría reconocido. Tan solo merodear. Y así, desgasto el camino conocido. Donde el amor solo sigue al silencio. Soy un fósforo. Un ángel vengativo. Tengo la esperanza en el agua, en que me arrastre hasta casa. No te importe el dolor. Pero todo sucede debido a la dulzura de la esponja. Ese alboroto. Retraer el índice porque la mente se agarra al deseo. Y el deseo es una forma de morir.

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