I. La sangre que corre entre mis muslos se convierte
en piel humana, me reduce. No soy una persona.
Me preparo para él y su cohorte,
me hago bebible. Aireo el humus.
Me haré cosechable. Me cosecharán.
Busco en la habitación donde las lámparas
siempre están apagadas.
Palpo cabezas humanas y bocas
y no soy humana.
II. La luz de la habitación me traspasa al cambiar de color.
Él fija mis radiografías en las ventanas del tranvía.
Esboza su seriedad en la palma de la mano
y la abre nervioso para encerrarme con su aliento.
Le callaré pronto la palma de la mano entumecida.
Vapor que deshace las marcas.
***
Preferiría parirle con la boca,
dejar que sea un exhaustivo examen de conciencia.
Elegiría expulsarlo con la boca.
Nada más.
Luego el grito al nacer,
el largo cordón umbilical.
Preferiría parirlo con la boca un largo rato, despacio
a través de las comisuras partidas. Porque con sus
piernas entre los dientes mi boca no basta.
Luego, él en el suelo, la placenta pesada bajo el paladar,
la sangre del nacimiento deshaciendo mis sabores.
Desnuda con aliento a alcohol
y las paredes rojas, descoloridas.
Su madre ya no está aquí.