Hay una forma de salvarse
que significa no salvarse nunca.
Un modo incandescente de enfrentarse a la lava.
Un método de escape
que implica atar los pies a la cornisa.
Se trata de inclinarse frente al árbol
mientras el hacha quiebra.
Se trata de acudir al terremoto
descalzo y con los ojos entreabiertos.
A veces la certeza de lo bello
no te la da la flor sino la esquirla.