Cada instante es un don,
cualquier palabra, cada afecto,
cada árbol, cada pájaro que oigo o veo.
Al empezar octubre es cuando más
lo siento, sin alivio posible estoy en
cada hoja, en cada latido, en cada
desvelo que el tiempo ha de archivar.
Me dan cobijo. Estoy vivo, luego
estoy acompañado, su destino es mi
voz y es mi consuelo. Abandonados a
su suerte son la mía, pues lo que
tiene raíz procura fruto; lo que
cariño, entrega. Y el que recibe, goza.