Una carta olvidada en el bolsillo e ilegible
después de pasar por la lavadora,
la mirada en la que no me he fijado,
la voz de lo no dicho, el aliento del campo temblando
en resonancias momentáneas,
el cotidiano y único rostro de mi madre que se ha ido.
Los pormenores son lo amado.
Cada vez quedan menos en este mundo civilizado.
Industria, grandes cantidades de lo mismo.
Y ni gota de lo otro. Pensaba el retrato
del exánime dedo meñique de tu mano izquierda
en el museo de los más íntimos recuerdos,
pero reproducirán mi mente y mi corazón huidizo
y no sé dónde protegerte.