Me quieres. Estás segura.
No temeré equivocarme.
No me despertaré engañada
una sonriente mañana
para descubrir que la luz del sol
ha desaparecido,
que los campos están desolados,
¡y que mi amada se ha ido!
No debo inquietarme. Estás
segura.
Nunca llegará esa noche
en que, asustada, corro a casa, a
tu lado,
y encuentro las ventanas oscuras,
y que no está mi amada.
¿Estás segura? ¿Nunca llegará?
Asegúrate de que estás segura.
Sabes que lo soportaré mejor
ahora,
si me lo dices así,
que si, cuando la herida haya curado,
en este dolor que tengo
me hieres otra vez más.