El cerebro está oscuro cuando arde.
CARLOS EDMUNDO DE ORY
Mi escritorio soy yo:
una regla sin dueño, cien exámenes,
un verso emborronado, la libreta
de notas, ese lápiz
encima de un dibujo de mi hija,
el cargador del móvil,
un paquete de kleenex,
un vaso de cerveza, el cenicero,
Resurrección de Tolstoi,
un mail en la pantalla,
el Walden de Thoreau como una mariposa
de par en par abierto,
la baraja del Uno aún por barajar,
la impresora encendida,
restos de marihuana, la taza de café
de ayer por la mañana,
los libros de semanas apilados
igual que Il Campanile,
la llamada perdida del amigo al que amo,
lo que busqué en el Google la otra noche.