Recostada en el olmo, la que lee
a la orilla del Tormes, ha elegido
la mejor parte. Tiene entre sus manos
el lenguaje. Ha elegido muchas cosas
–la hora, el libro y el lugar umbrío,
el agua y no hacer nada, o no hacer nada
más que leer, en esa interminable
tranquila alerta de quien va escuchando
el silencio que dice, el caudal lento–.
Ha elegido en verdad la mejor parte.
No le será quitada.
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