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Poesía

Manuel Astur. Las Cajas.

Quería vivir en una caja,
como vosotros, las veía
desde la calle
iluminadas
en la noche
y quería estar ahí,
nunca más solo —eso creía—,
apiñados,
seguro en un nido de tuberías
tacones en el techo
televisiones
lavadoras y bebés que lloran,
en un nido de ruidos cotidianos
y no en mitad del monte, como estaba,
en mitad de la nada
que era la naturaleza,
que desde que ya no era niño
no me servía de nada.

Envidiaba, lo juro,
vuestras cajas apiladas,
el runrún de los motores,
el golpeteo de los coches pasando de madrugada
sobre la tapa floja de una alcantarilla —lo oí
una noche que dormí en casa de un amigo: todavía
me parece el sonido más dulce del mundo—,
el ruido del ascensor y el interruptor de la luz
y unos pasos por el descansillo
y las llaves de los vecinos tan cerca,
protegiéndome.

El ascensor a mi caja,
a mi caja pequeña y feliz,
donde cabría toda mi familia,
mi caja seca, lejos de la tierra,
mi caja sólida
en el aire,
la caja a la que iré
por fin
cuando deje de habitar
esta casa pesada y antigua,
cuando deje de ser yo
y sea
por fin
uno de vosotros.

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