En la infancia vivimos,
y después sobrevivimos
-Leopoldo María Panero
Nuestros padres fueron astronautas
(aquellos que han visto el polo y desiertos a la vez)
nuestras tardes tan largas como una salchicha
(fosa séptica y común, cuerpos en estrecho abrazo)
A fuego lento, todo descampado donde solíamos jugar
ha terminado por hervir, hacia calles más inseguras
(precisamente a falta de infancia)
ante el posible pronóstico de una plaga de pedófilos
nos dió por crecer, entre tanto, (sólo de palabra)
huérfanos, objetos sin catalogar sobre el pavimento
esculpiendo silueta para la trampa
hablando y hablando hasta vomitar en abundancia
del valor del silencio, infravalorado en cada mutación
(el correo postal, el ruido blanco de un electrodoméstico abandonado)
en nuestro galope, tan nocturno, desesperado y fugaz
(esta torpe manía por amanecer en espiral)
Ha sido quizá nuestro lustro más confuso,
(fin de la carrera espacial y ampliación del campo de batalla)
quién iba a decir que llegaríamos hasta aquí para vivirlo
(la realidad siempre supera a la ficción).