Una piedra encontrada en el camino puede ser
la imagen de la eternidad.
En la dura extensión de sus formas, entre las grietas,
las preguntas que para nosotros formuló el tiempo
fría corteza del instante.
Como en el amor y en la muerte,
incapaces de comprender la levedad de lo que somos,
indiferentes, arrojamos el misterio por encima del hombro,
devolvemos al mundo su enigma,
libres ya de su peso el corazón y las manos,
seguros de seguir la dirección correcta
en el oscuro laberinto de la noche.