No hay nada que temer,
es solo el viento
que cambia hacia el este, son solo
tu padre el trueno
tu madre la lluvia
en este país de agua
con su luna marrón, húmeda como un hongo,
con sus ramas ahogadas y sus pájaros alargados
que nadan, donde crece el musgo
cubriendo los árboles,
y tu sombra no es tu sombra
sino tu reflejo,
tus padres verdaderos desaparecen
cuando la cortina oculta tu puerta.
Somos los otros,
los de abajo del lago
quienes permanecemos silenciosos junto a tu cama
con nuestras cabezas de tinieblas.
Vinimos a cubrirte
con lana roja,
con nuestras lágrimas y suspiros lejanos.
En brazos de la lluvia meces
el arca helada de tu sueño,
mientras nosotros esperamos, tu padre
y tu madre nocturnos,
con nuestras manos frías y una linterna muerta,
sabiendo que somos
las vacilantes sombras que una vela arroja
en este eco
que escucharás veinte años después.