Uno va por la vida
como quien regresa al lugar donde se cantan
las canciones de cuna,
a paso de guerrero,
con la lanza quebrada
y una herida que nunca se termina de sanar.
El cuerpo que soporta
las mordidas del tiempo
es el cuerpo de la Historia.
Y uno va
preparado a golpear las puertas dela Casa del Orden
–las manos tan cansadas,
la sangre que corre por la vida–,
bajo el brazo
el tejido de los sueños:
tejer y destejer
los distintos caminos que me nombran.
Con un hilo brillante, con un hilo de noche,
con la sombra de un hilo que se incendia.
Así escribiré.
Y aunque caiga sobre mí toda la violencia del mundo,
y aunque la muerte me lleve cada vez más lejos,
y aunque recuerde el nombre perdido del comienzo,
así,
escribiré.