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Poesía

Alberto Infante. Madrugada en Blanco.

A las 4:56 de la mañana la belleza

lo destruye todo y no hay cómo

echarse atrás, encender la luz, poner un disco,

evitar que una vez más al amanecer

se lo coman no los gallos sino

los afilados tacones de las transeúntes

o las ruedas de los tranvías.

A las 4:56 de la mañana relámpago sin rosa,

no clamor

sino presencia ausente.

A las 4:56 de la mañana,

exactamente a las 4:56 de la mañana,

si hubiera vida,

lo amado

valdría más que lo escrito

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