Me daba tanto miedo
y me diste tanto miedo
que aún no sé si puedo
asumir tu existencia,
ni hoy,
ni hoy la afronto,
y tiemblo si escucho tu voz,
y palpita el corazón si susurras,
y salto si me tocas el hombro.
Si dibujas nubes en mi cuello,
me reduces y me encuentras,
me sientes y me palpas,
me odias y me amas,
y no es más de lo que hago,
pues es justo lo que hago,
y a la vez injusto,
¡es tan injusto!
Intenté cantar,
pronunciar tu nombre,
entonar las sílabas prohibidas
que escondí en un cajón
con cuya llave cerré mi alma,
pero no podía
y no salían,
y me ahogaba
y me perdía,
y en la noche
no encontraba cobijo,
ni resguardo,
ni voces más allá de mi soliloquio,
ni frío ni calor.
Y no hizo falta,
pues tú sola pronunciaste aquello
que tanto temor me daba,
y volcaste mi corazón
para derramar su sangre y contar historias,
inscritas en mi piel de arena,
vistas por mis ojos que ya no ven,
solo sienten.
Y me cogiste de la mano,
y al besarme comprendí
que no había de tenerte miedo,
que nunca tuve por qué habértelo tenido,
y que cuando me abandonases
sería el momento,
tendrías razones de peso
y no quedarían poemas por escribir.
Dijiste mi nombre.
Una respuesta a «Elizabeth Duval. Canción al Ego.»
¡hermoso!
Me gustaLe gusta a 1 persona